Hola a todos. Soy el Dr. Kenny Lin, médico familiar y director asociado de la Residencia de Medicina Familiar del Lancaster General Hospital en Pensilvania, Estados Unidos.
Recuerdo que en la facultad de medicina, hace un cuarto de siglo, me decían habitualmente que tomar un par de copas de vino con la cena no era perjudicial e incluso podía ser bueno para el corazón. Para identificar el consumo no saludable de alcohol en el ámbito ambulatorio utilicé el cuestionario CAGE de detección de consumo de alcohol (reducir su consumo, Cut down; molestia al ser criticado por beber, Annoyed; sentimiento de culpa por beber, Guilty; consmo de alcohol por la mañana, Eye oponer): una respuesta afirmativa a la pregunta de consumo matutino o al menos a dos de las demás se consideraba un resultado positivo. Atendí bastantes pacientes hospitalizados con síndrome de abstinencia alcohólica y complicaciones derivadas de la cirrosis, pero en la consulta el consumo de alcohol solía quedar en segundo plano frente al consumo de tabaco o drogas.
Los tiempos han cambiado. Cada vez hay más consenso en que un bajo nivel de consumo de alcohol no tiene efectos protectores para la salud y que el único nivel seguro de ingesta de alcohol es ninguno.[1,2] Mientras tanto, los comportamientos parecen ir en la otra dirección. Los datos de Estados Unidos muestran aumentos en cualquier consumo de alcohol y consumo excesivo de alcohol de 2018 a 2022, y un alarmante aumento de 30 % en los decesos relacionados con el alcohol, de 138.000 en 2016 a 178.000 en 2021.[3,4]
Preocupado por el hecho de que los médicos infradiagnostiquen a los pacientes con trastorno por consumo de alcohol, ya sea porque no lo preguntamos o porque los pacientes son reacios a revelar que beben, el American College of Physicians (ACP) instó recientemente a sus miembros a "aumentar sus conocimientos acerca de los efectos de los distintos patrones de consumo de alcohol sobre la salud y las intervenciones para abordar el consumo excesivo de alcohol y el trastorno por consumo de alcohol".[5]
Personalmente me clasifico como un bebedor ligero de toda la vida; cuando no estoy de vacaciones suelo consumir una o dos bebidas alcohólicas al mes. ¿Qué digo a los pacientes cuyo consumo de alcohol se parece al mío o está dentro de los umbrales de bajo riesgo de 2 bebidas al día para los hombres o 1 bebida al día para las mujeres? El mensaje no difiere mucho de lo que llevo años diciendo a mis pacientes embarazadas: Ninguna cantidad de consumo de alcohol es segura 100 % y beber menos conlleva un menor riesgo que beber más.
Mi práctica actual de cribado se ajusta en general a la guía de la Comisión de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF) y otros expertos.[3,6] He descartado el CAGE en favor de una única pregunta: ¿Cuántas veces en el último año ha tomado 5 (4 para las mujeres) o más bebidas en un día? Si el paciente responde una o más le administro el Test de Identificación de los Trastornos debidos al Consumo de Alcohol (AUDIT). Dependiendo de la puntuación obtenida algunos pacientes solo necesitarán asesoramiento breve (5 minutos); a otros les ofreceré tratamiento farmacológico basado en pruebas para el trastorno por consumo de alcohol y a unos pocos los remitiré a programas formales de tratamiento del trastorno.[7]
Las prioridades clínicas contrapuestas, los prejuicios inconscientes ("no es posible que este paciente tenga un problema con el alcohol") y la disparidad de recursos pueden interferir en una atención basada en evidencia. Un estudio estadounidense mostró que los pacientes asiáticos y negros, y los adultos mayores de 50 años, tenían muchas menos probabilidades de que se les preguntara por el consumo de alcohol que a los adultos blancos y jóvenes, respectivamente.[8] En un estudio realizado en 67 consultorios de atención primaria de Virginia, Estados Unidos, los pacientes con múltiples enfermedades físicas y mentales tenían más probabilidades de tener hábitos de consumo de alcohol poco saludables, pero era menos probable que se les preguntara por el consumo de alcohol que a los pacientes sin enfermedades crónicas. Las zonas rurales presentan tasas más elevadas de hospitalizaciones y reingresos por problemas de salud relacionados con el consumo de alcohol que las zonas urbanas, lo que indica que los pacientes rurales tienen menos acceso al tratamiento del trastorno por consumo de alcohol.[9]
Un análisis planteó la posibilidad de que los fármacos para diabetes y pérdida de peso semaglutida y liraglutida podrían ser tratamientos viables para el trastorno por consumo de alcohol.[10] Se necesitan más estudios, pero en mi opinión, el mayor problema es que los médicos familiares no pueden tratar a los pacientes con problemas de alcoholismo sin diagnosticarlos primero. Las intervenciones de facilitación de la práctica pueden ayudar a rediseñar los flujos de trabajo para mejorar las tasas de detección, asesoramiento, prescripción y derivación de casos de consumo no saludable de alcohol en atención primaria.[11] El cribado y el asesoramiento sobre el alcohol no solo es lo correcto para nuestros pacientes, sino que los consultorios pueden facturar estos servicios preventivos que las aseguradoras suelen cubrir sin que el paciente tenga que compartir gastos.[12]
Este contenido fue originalmente publicado en la edición en inglés de Medscape.
El Dr. Kenny Lin en médico de familia, director asociado del Programa de Residencia en Medicina Familiar en el Lancaster General Hospital, en Lancaster, Estados Unidos.